SEMINARIO CÓRDOBA ARQUEOLÓGICA |
Actividades - Año 2004
Ildefonso Robledo Casanova
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El Cerro de San Cristobal
El día
17 de abril los miembros de nuestro Seminario nos desplazamos a las tierras de
Doña Mencía para, dirigidos por Alfonso Sánchez Romero, visitar dos
interesantes recintos fortificados situados en el entorno de esta población. Llegados
a Doña Mencía, iniciamos en un primer momento la ascensión del denominado
Cerro de San Cristóbal, situado al norte de la población. En su cúspide, a
una altura de 780 metros, todavía se distinguen los trazos de lo que fue un
recinto fortificado ciclópeo. Allí, desde este elevado nido de águilas,
a caballo entre los términos de Doña Mencía y Baena, en la cadena de cerros
de la Sierrezuela, la visión que pudimos disfrutar los asistentes era
espectacular. Embriagados por la pureza del aire (el día anterior había
llovido con profusión en la zona) no podíamos sino recordar las palabras de
Juan Bernier, publicadas hace años en el Diario Córdoba, cuando alcanzó
las alturas de esta cumbre: "Allí, en la soledad triste de las desnudas vides en muñones, desnudas rocas también son brazos dislocados de la tierra a un espléndido cielo... ¿Quién ha colocado aquí estas piedras, algunas de tres toneladas, en perfecta formación cuadrangular dominando un horizonte de miles de kilómetros cuadrados de tres provincias andaluzas?. ¿Qué miedos, que catástrofes históricas, qué impulsos defensivos hicieron trabajar a cientos de hombres para tallar, mover y colocar estas masas pétreas que los siglos y la destrucción posterior no han podido borrar?. La investigación nos roba el aspecto dionisíaco de la tierra y nos lleva del espacio al tiempo..."
Tras
escuchar las explicaciones de Alfonso Sánchez sobre las singularidades de este
recinto bajamos nuevamente al llano e iniciamos una
nueva caminata. Teníamos que atravesar ahora mares de olivos e ir otra vez
ascendiendo entre piedras resbaladizas por el piedemonte serrano. Buscábamos
otra cumbre inhóspita, la denominada Oreja de la Mula, lugar irreal en el que
nuestros ancestros, envueltos entre las nubes, no dudaron en levantar otro
recinto fortificado que en palabras de Juan Bernier constituye un altivo parador
de águilas situado en una corona de roca y piedra.
La
Oreja de la Mula, que alcanza también 780 metros de altura, se sitúa en el
costado este de Doña Mencía y obliga a quien a ella accede, en su arisca y
majestuosa soledad, a pensar y meditar sobre los tiempos en que íberos y
romanos poblaban estos parajes. Aquí, en esta cumbre desprovista de todo, en la
que hasta el agua falta y la vegetación se compone solamente de pobres musgos y
raquíticos pastos, todavía se alzan al cielo, coronando la roca, las primeras
hiladas de sillares de lo que fue un recinto cuadrangular de más de 200 metros
cuadrados que vigilaba el camino que desde tiempos prehistóricos y siguiendo la
brecha del arroyo Marbella unía las alejadas minas de la actual provincia de Jaén
con los puertos de la costa, en donde el mineral se embarcaba. Desde
este sorprendente paraje, nuevamente con las aves planeando debajo de nosotros,
rodeados de tajos inmensos, podíamos contemplar una estampa bellísima del
caserío de Doña Mencía, desparramado al fondo del precipicio. Como
complemento a esta visita reproducimos seguidamente el artículo que sobre este
enclave fortificado publicó Juan Bernier en el Diario Córdoba, recopilado
posteriormente en su obra "Córdoba tierra nuestra".
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