SEMINARIO CÓRDOBA ARQUEOLÓGICA |
Actividades - Año 2009
Ildefonso Robledo Casanova
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CERRO DEL HIERRO
SIERRA NORTE DE SEVILLA ERMITA DE PEÑAFLOR
Las actividades del Seminario “Córdoba Arqueológica” comenzaron el día 14 de marzo con una nueva visita a las antiguas minas del Cerro del Hierro, que están enclavadas en un paraje excepcional en el que la naturaleza y la arqueología industrial se conjugan brindando unas perspectivas de estremecedora belleza.
Iniciamos el recorrido por el Cerro del Hierro, que está situado a media distancia entre las poblaciones sevillanas de Constantina y San Nicolás del Puerto, en las inmediaciones de las denominadas “Casas de los Ingleses”, donde habitaron las familias de los ingenieros británicos que dirigieron esta explotación minera que estuvo en actividad hasta principios del siglo XX. Caminando por los senderos que van ascendiendo al cerro pronto llegamos a los inmensos socavones producidos por la explotación “a cielo abierto” de estas antiguas minas de hierro.
Algo más adelante, dirigidos por Ildefonso Robledo, tuvimos oportunidad de recorrer algunos de los túneles por los que en tiempos pasados transitaron las vagonetas cargadas de mineral que eran arrastradas por las mulas. Los túneles, cuya altura es la de una persona, permiten adentrarse en las entrañas del cerro y facilitan el acceso a lugares que brindan magníficas perspectivas del conjunto minero.
Llegamos, finalmente, a la denominada “Cueva del Ocre”, en la que pudimos sentir como el agua se filtraba por sus paredes y chapoteaba en los charcos existentes en la misma. En sus inmediaciones, nuestro guía nos habló de lo que el ocre significó en los tiempos remotos del Paleolítico, cuando los chamanes, quizás, pensaron que este óxido de hierro venía a ser “la sangre petrificada de la tierra”. Gracias al ocre el rubor de la vida parecía retornar a los cuerpos de los fallecidos. Recordemos las palabras que Juan Luis Arsuaga pone en boca de un brujo del Paleolítico en su novela “Más allá de la niebla”:
“…la única manera que se conoce de formar parte del Pueblo Eterno después de la muerte es que el ocre sagrado le devuelva a la carne el color de la vida…”
Tras un reparador almuerzo campestre, ya por la tarde, nos trasladamos a las inmediaciones de San Nicolás del Puerto para iniciar otra ruta de senderismo que nos llevó al bosque de galería que por estos parajes atraviesa el río Huéznar, que brinda al viajero magníficas imágenes de los saltos por los que sus aguas se van despeñando.
En el camino de regreso a Córdoba hicimos una breve parada en la ermita de Villadiego, que está situada en las inmediaciones de Peñaflor. Se trata de un pequeño edificio de uso religioso que está enclavado junto a un antiguo surgimiento de agua y protegido por una sólida torre medieval que en el siglo XIII erigieron aquí los caballeros de la Orden Militar de San Juan, que tenían encomendada la defensa de estas tierras próximas al Guadalquivir. En aquellos tiempos la Orden de San Juan utilizaba como principal bastión militar el castillo de Setefilla, que se alza en otro bello paraje de Sierra Morena, próximo a la actual población de Lora del Río.
En el jardín de la ermita tuvimos oportunidad de contemplar multitud de vestigios arqueológicos procedentes de la antigua ciudad romana de Celti. En su interior, igualmente, empotradas en las paredes del templo, se conservan varias lapidas funerarias de esos mismos tiempos, alguna de las cuales hemos reproducido en las imágenes que ilustran este texto. |