SEMINARIO CÓRDOBA ARQUEOLÓGICA |
Actividades - Año 2004
Ildefonso Robledo Casanova
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La Oreja de la Mula Juan Bernier Luque
Corona de piedra y roca, parador altivo de águilas, el pelado cerro de la Oreja de la Mula, a 780 metros de altura, sobre el caserío de Doña Mencía, nos pone en su majestuosa y arisca soledad a pensar sobre los siglos. Cierto que los hombres han buscado siempre la defensa de la altura para sus asentamientos guerreros, pero aquí casi no puede concebirse una permanencia continuada porque el agua, elemento insustituible se encuentra lejos, aunque bien pudiera hace más de dos mil años contar con algún manantial cercano. Más aún así este cerro es inhóspito, porque en su cumbre sólo rocas enormes, sólo plantas raquíticas reciben el peso del silencio, entre los tajos y los precipicios. Aquí en la calva llanura de unos pocos metros, no sabemos qué hombres han tallado la piedra en bloques de miles o centenares de kilos.
Un
recinto cuadrangular de más de doscientos metros cuadrados con una única
abertura hacia el Norte constituye aún hoy uno de los más formidables puestos
de observación de la provincia. Dominando el valle-camino prehistórico y
romano del arroyo Marbella, camino de agua y tierra vegetal, allí donde estaba
esa VIAM PVBLICM de la originalísima lápida de Doña Mencía, sirve además de
centinela para el alto Horquera, monte que en esos tiempos debió tener -como
vemos por los restos- una gran cantidad de habitantes. En
realidad este es el camino más practicable desde las lejanías metalíferas del
Mons Argentarius, del país giennense de la plata a los puertos del Sur. Caminos
a Egabro, Lucena, a la vía Augusta que por Antequera llegaba a Málaga. Porque
en realidad los caminos no los han trazado los ingenieros, sino la naturaleza en
su principio. Por aquí pasaba el camino de la plata y hay una torre de la Plata
en el mismo camino. Por aquí va la carretera actual y el ferrocarril: eternidad
del mandato de la Naturaleza.
Ahora
bien, desde aquí el paisaje es de una majestuosidad sorprendente. Desde aquí
el centinela o la vigía, contemplaba las sierras de Alcaudete, las de Luque,
los tajos de Zuheros, el precipicio de Camarena, el poblado ibérico del Laderón
o los castillejos de los poblados ibérico romanos del Monte Horquera. Desde aquí
arriba también nosotros y con nosotros José Jiménez del Grupo de Montaña de
Doña Mencía, nos preguntamos quienes fueron los ciclópeos que labraron estas
piedras. Porque esta clase de recintos no son abundantes y de ellos sólo
conocemos algunos en el Salobral vecino y en el Cortijo de las Vírgenes.
Desde
luego descartamos el iberismo y más bien nos inclinamos hasta una posterior
investigación a atribuirlo a una línea de fortificación romana. Porque hay
una extraña analogía entre esta fortificación, su situación y el sistema del
"limes" romano en Libia, Marruecos y el Irak. También allí las vías
están definidas por puestos de vigilancia, de visualidad encadenada en
los picachos vecinos. Este mismo tiene por vecino otro en la Sierrezuela, al
Norte y otro más acaso en el cerro de San Cristóbal, en los Tajos de Camarena.
Y de Este a Oeste enlazan con el cerro de las Vistillas -poblado ibérico romano
más de seis siglos-, el Vértice Armas, en Nueva Carteya y la Torre del Puerto,
hoy desaparecida. Esperamos
en futuras investigaciones averiguar mucho sobre una región tan próxima y tan
desconocida. Porque hasta hace poco la Historia se estudiaba en el campo de las
páginas de los libros y no sobre el terreno real donde vivieron los hombres. Así
se explica que en España más de la mitad de las poblaciones conocidas en
tiempo de los romanos no se sepa donde estuvieron, como en nuestra provincia
pasan estas misteriosas desapariciones de más de una docena.
La Oreja de la Mula, entre Zuheros y Doña Mencía y su recinto ciclópeo en "Córdoba tierra nuestra" Juan Bernier Luque (Córdoba, 1980)
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