Vincent van Gogh quiere inspirar tranquilidad y sosiego en este lienzo en el que solamente se observa su austero dormitorio. La pequeña estancia está vista en perspectiva, marcando las líneas del suelo y de las paredes para crear el volumen de la habitación. En la izquierda observamos su silla y en la derecha, la puerta de acceso y la cama. Unos cuadros decoran la pared y al fondo encontramos una mesilla, otra silla, un perchero, un espejo y otro cuadro flanqueando la ventana.
Vincent abandona las sombras y la textura tradicional, creando superficies planas de clara inspiración oriental. Mezcla de esta manera la tradición europea en la perspectiva con las simplificaciones japonesas, uniendo así sus dos fuentes de inspiración.
Para delimitar los objetos emplea gruesas líneas oscuras con las que consigue crear un mayor efecto volumétrico en los elementos presentes en la escena.
Los tonos empleados son los más apreciados por Vincent; el amarillo y el azul aparecen en la mayor parte de su producción, convirtiéndose en sus tonalidades emblemáticas. Añade a estos colores pequeñas pinceladas de verde y rojo para jugar con los contrastes. La pincelada suelta a la que recurre el artista se aprecia claramente en algunas partes del lienzo, especialmente en la zona de la izquierda. Pero esa pincelada suelta no implica que olvide el detallismo de los objetos -las telas o el bodegón sobre la mesa- heredero de la tradicional pintura flamenca y holandesa del Barroco que tanto atrajo en su juventud a Vincent. -
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