Comer de viernes
La cocina cristianizada
Viernes 9 de julio de 2010 por Juan Gutiérrez García
enviar por emailDe como los fieles pueden salvarse comiendo de viernes.
“Comer de viernes”
o “Comer de vigilia”
Hoy “toca vigilia”, oímos aún en Conquista para indicarnos que la comida del día será a base de bacalao, sardinas, espinacas, acelgas, cocina (olla) de garbanzos,...
Aún no ha desaparecido completamente de la liturgia conquisteña la dieta impuesta por la Iglesia y vigilada por la autoridad civil durante demasiados años: comer de viernes y /o día de ayuno.
“
Ayunar cuando lo manda la Santa Madre Iglesia”, decía el cuarto mandamiento de la Iglesia de nuestro viejo catecismo Ripalda de los años 50. En consecuencia, “ordenaron ciertos ayunos (...) endereçados todos a adelgazar el cuerpo criando en él vna sancta y limpia templança (...)”[1], de modo que “si enfermo no estuviese (...) / que le diesen al día tan sólo manjar uno” [2].
Mandato instituido, en un primer momento, para recordar cuando Jesús “durante cuarenta días fue tentado por el diablo. En cuyos días no comió nada, (...)”[3] pues “esta casta de demonios no se lanza sino mediante la oración y el ayuno.”[4]
Así, pues, teniendo en cuenta lo anterior, y que, según las leyes de Moisés, para la expiación de los pecados “esto será para vosotros un estatuto perpetuo: en el mes séptimo, a los diez días del mes, ayunaréis (...),”[5] la Iglesia determinó que los fieles cristianos ayunarían desde el miércoles de ceniza hasta la Semana Santa; o sea, 40 días (cuadragesima, cuaresma).
No se podían “comer manjares vedados más de un vez al día, de mediodía en adelante o poco más antes”, aunque, en día de ayuno, se permitiera beber agua “antes y después de mediodía” y tomar una pequeña parvedad (desayuno) por la mañana y una colación (cena) en la cantidad que “se usa comúnmente entre gente de buena conciencia”, fueron “(vedados) unos manjares, los que les pareció que comidos con su vicioso xugo acrecentarían las fuerças desordenadas y los malos mouimientos del cuerpo, y de otros señalaron quando y quanto dellos se podía comer (...)[6]”
Aunque la vieja redacción del 4º mandamiento no hace mención expresa a la abstinencia, esta penitencia iba implícita al estar permitidos sólo los alimentos “no vedados”. De aquí, la redacción más explícita que nos da el catecismo actualizado: “Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia”
En consecuencia, durante un 30 % de los días del año hasta finales de la Edad Media (S. V – S. XV), los cristianos habían de abstenerse de comer carne de “animales de sangre caliente” y de sus productos derivados (huevos, leche,...). Penitencia que habían de cumplir durante la Cuaresma, las cuatro semanas de Adviento, todos los viernes del año y las vísperas de las fiestas de los Apóstoles.
A nosotros, estas normas nos llegaron un poco más suavizadas: abstinencia, todos los viernes del año; ayuno, todos los días de Cuaresma, excepto los domingos; ayuno y abstinencia, Miércoles de Ceniza, viernes y sábados de Cuaresma, miércoles, viernes y sábados de las cuatro Témporas, vigilias de Pentecostés, Asunción de la Virgen, Todos los Santos y Navidad.
Y además, “los huevos y lacticinios se pueden tomar siempre y en cualquier comida, y es lícito promiscuar fuera de los días de abstinencia y de la parvedad y colaciones”.
Si hacemos un recuento, veremos que los días de ayuno eran 34+12+4 = 52; los de abstinencia, 52+1+12+12+4 = 83, y los de ayuno y abstinencia, 1+12+12+4 = 29; En total, 164 días (s.e.u.o), o sea un 45 % de los días del año entre ayunos y abstinencias.
Ahora bien, si Vd. “(da) la limosna señalada” para gozar “de los privilegios de la abstinencia y del ayuno” concedidos por “el Papa a los españoles, en atención a sus antiguos merecimientos”, la abstinencia se reduce a los viernes de Cuaresma (6 días); el ayuno, a los miércoles y sábados de Cuaresma (12 días) y la abstinencia y el ayuno, a los viernes de Cuaresma (6 días) y las vigilias de Pentecostés, Asunción de la Virgen y Navidad (3 fiestas).
Actualmente, en la Iglesia universal, “son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de cuaresma” (Canon 1250); en consecuencia, por el Canon 1251: “Todos los viernes[7], a no ser que coincidan con una solemnidad, los mayores de 14 años y hasta su muerte deben guardar la abstinencia de carne o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal, y los comprendidos entre los 18 y los 59 años ayunarán y se abstendrán de comer carne el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo”.
Nosotros pensamos, con Fray Luis de León, que “los que ordenaron la dieta corporal vedando y concediendo manjares templauan solamente lo dañado del cuerpo” siendo así que “la fuente del desconcierto del hombre (...) no (tiene) asiento (...) en el cuerpo”: Por tanto “(...)estas cosas sobredichas todas ellas son vtiles para conseguir este fin de paz, que dezimos, y algunas dellas muy necesarias, mas ninguna dellas, ni juntas todas no son bastantes ni poderosas para criar en el alma esta paz enteramente , ni para desterrar della, o a lo menos para poner en concierto en ella aquestas olas de pasiones y mouimientos furiosos, que la alteran, y turban”
No obstante, la gente obedecía a “los que pusieron (estas) leyes para alumbar nuestro error”, aunque la satisfacción de los preceptos antes señalados exigiera penitencia a los fieles e imaginación a las amas de casa.
Sacrificio para soportar la mortificación sobrevenida a una alimentación deficiente e imaginación para combinar los ingredientes de manera que dieran una apetitosa “comida de viernes”.
En la “Cocina de Micaela” constan varias recetas de verduras y potajes para estos “días de vigilia” en los que la carne brilla por su ausencia. Aparecen, por ejemplo, el bacalao, impuesto en España desde el S. XVII, la “salada sardina que (hiere) muy reciamente a la gruesa gallina”[8], las espinacas con su aceite, las acelgas en potaje, la olla (cocina) de garbanzos con verduras[9]
Por ejemplo, combinando la fruta del mar (las gambas) con la “escoba del estómago (las espinacas), la Cocina de Micaela tiene elaborada la siguiente receta:
Espinacas con gambas
Se hierven las espinacas y se escurren bien.
A continuación, se hace un sofrito de ajo y cebolla. Antes de que se doren se echan las gambas peladas. Se les da una vuelta hasta que se consuma un poquito el caldo que sueltan las gambas.
Ahora, añadimos las espinacas. Hasta que se consuma todo el caldo, se le dan varias vueltas en tanto que se van viendo un poco doraditas.
Y se sirven.
De este modo, si la Cocina de Micaela sólo nos ofreciera espinacas, tal vez, “(querría) matarle, (sin tener) pena de él; por eso, las combina con las gambas y así se une a “la mesnada del mar (que) reunióse en tropel,/ (y que) picando las espuelas, dieron todas con él (Don Carnal)”.
[1] Fray Luis de León: “Príncipe de paz”, pág. 54.
[2] Arcipreste de Hita: “Libro de Buen amor”, estrofa 1127.
[3] Lc. 4,2.
[4] Mt. 17,21.
[5] Lv. 16,29.
[6] Fray Luis de León: “Príncipe de paz”, pág. 54.
[7] En recuerdo del Viernes Santo.
[8] Arcipreste de Hita: Libro de Buen amor, estrofa 1103
[9] Olla podrida; plato diario desde Felipe II hasta Fernando VII, por lo menos.
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