Por el devenir de nuestra Historia
Lunes 21 de marzo de 2011 por Juan Gutiérrez García
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Por el devenir de nuestra historia...
Don José Escudero, nos atiende, tan amablemente como siempre, a nuestra llegada al Museo Arqueológico de nuestra ciudad en la apacible tarde del 18 de marzo de 2011.
Y de su palabra vamos haciendo un recorrido por las claves de la nueva instalación que pretende remozar el Museo Arqueológico de Córdoba, que ya estaba un tanto obsoleto, no solo estructuralmente, sino también en todo lo relativo a los servicios e infraestructuras requeridas por los nuevos tiempos.
Nos acompaña por la exposición temporal montada en tanto se van completando los proyectos de modernización de esta Institución. Exposición con un discurso temático elaborado con la idea de la interculturalidad o de la superposición de culturas que ha dado lugar al ser humano – cultural que somos nosotros.
Iniciamos nuestra lección de Historia por la sección que trata de hacernos ver cómo evoluciona el territorio de la provincia y el urbanismo de la propia ciudad de Córdoba.
Las piezas (bifaces del Paleolítico, pesa de mercado del S. XV,...) que nos rodean, procedentes de donaciones, desamortizaciones, ..., dan una sensación de batiburrillo. Sensación equivocada si Vd. no se da cuenta de que se el montaje se ha hecho pensando en que haya de todo (grandes y pequeñas piezas de distintas orígenes y épocas, ...
El territorio está poblado en el Paleolítico, pero lo que está más y mejor ocupado es el Valle del Guadalquivir. Y esto lo muestra el Museo, más rico en testigos del Sur que del Norte; tal vez, porque las investigaciones se han centrado en la parte meridional de la provincia.
Desde el Paleolítico hasta la llegada de los romanos destacan dos fenómenos fundamentales: la revolución neolítica que consigue excedentes agrícolas que almacena en vasijas, élites que se apoderan de las plusvalías y las defienden con las armas, especializaciones laborales y relaciones comerciales con otros pueblos (cerámica micénica). El Período orientalizante está visible, por ejemplo, en la estela de Ategua que nos narra una escena funeraria (el enterramiento de un guerrero) que podemos reconocer en vasos griegos del s. VIII a. C.
Una segunda revolución es el desarrollo de la minería – metales promovida por los colonos del mediterráneo oriental (fenicios) que vienen buscando estaño y, al mismo tiempo, van dejando el desarrollo de la minería: peine fenicio, ungüentario, pátera ática del s. IV a. C.
El mundo ibérico contacta con los fenicios como se muestra en el Tesoro de los Almadenes, tal vez propiedad de un platero céltico (torques, fíbulas, vasos,.., y denarios romanos como muestra de los intercambios).
Los romanos imponen su proceso de aculturación puesto de manifiesto con la Dama ibero - romana de Puente Genil o el Torso de atleta (s. II d. C.) que son ejemplos de la impronta cultural de Roma.
Roma funda Córdoba, ciudad que va creciendo hacia el río con Augusto al tiempo que se monumentaliza (teatro y esculturas de mármol que sustituye a la calcarenita (capitel, s. I a. C) como material de construcción. Esto se ve muy bien en la secuenciación de los capiteles expuestos con criterio cronológico y evolutivo.
No olvidemos que los romanos separan muy bien lo público de lo privado. Lo público se caracteriza por la omnipresencia de imágenes, estatuas, símbolos: togados, retratos, decoraciones de edificios públicos con roleos y guirnaldas augusteas,...como signo de la abundancia que trae la paz, aunque sea impuesta.
La Bética suministradora de aceite (alimento + iluminación = producto estratégico) está perfectamente visualizada en las ánforas de transporte.
El mundo de las imágenes romanas decae con los visigodos que hacen desaparecer los espacios públicos invadiéndolos con el mundo privado. El nivel material de sus huellas se transforma, pues, con un cierto empobrecimiento (fustes, capiteles,...), aunque la transformación real llega con los árabes (capiteles del 716).
Con ellos, Córdoba crece, se monumentaliza,...pero se islamiza. Desaparece lo público; todo es privado. Hasta el Gobierno del califa era un contrato con sus súbditos.
La ciudad crece lentamente, no se levantan grandes edificios como se puede ver en los capiteles, más bien pequeños si los comparamos con los romanos. No obstante, su tamaño crece a medida que llega la prosperidad con el Califato y su expansionismo militar para el control del oro, p. e. Su evolución estilística se nos muestra muy bien en la serie de capiteles expuestos.
El Estado crea sus símbolos: mezquita (programa ideológico de los Omeyas) , capiteles, pila, mansiones, decoraciones (palmetas de los Omeyas, formas cerradas orientalizantes, arquetas decoradas, cerámica verde manganeso,...) que salen de los talleres institucionales.
Cuando Fernando III llega recristianiza la ciudad y consolida el territorio.
Antes de pasar a la segunda parte de nuestro recorrido por la historia, conviene detenerse en el monetario con una colección de moneda andalusí que, seguramente, es la mejor del mundo.
Ahora nos encontramos con la vida cotidiana y privada (piezas del ajuar doméstico, vajillas que nos muestran la presencia de la mujer; en definitiva, la casa islámica con piezas poco diferentes de un lugar a otro.
Las creencias religiosas se superponen. Ejemplo: el yamur convertido en veleta cristiana. Se muestran ídolos + muestras de la religión oficial del Estado romano + testigos de religiones iniciáticas (Mitra) + datos del arrianismo, del Islam, del catolicismo e, incluso, de las supersticiones con sus exvotos.
Lo omnipresente es la muerte cuyas necrópolis nos dan el estatus social del muerto. La desigualdad externa distingue a los deudos (sarcófago paleocristiana, s. IV), recuerda a los difuntos (lápidas romanas, visigodas, cristianas, musulmanas o judías). Todo muy semejante, porque en Córdoba no hubo tres culturas, sino tres religiones coexistiendo.
El ocio también es objeto de nuestra consideración. Los romanos nos ofrecen su “ circo” en teatros, anfiteatros, escuela de gladiadores... El Museo tiene la segunda mejor colección de lápidas gladiatorias. Por el contrario, en el mundo islámica el ocio es privado; de aquí el capitel de los músicos, las pipas, las miniaturas,..
El tiempo se acaba. – Echemos, al menos, una ojeada a las estructuras del teatro romano en excavación, - nos dice nuestro anfitrión – aunque, añade, nos será muy difícil llegar a conocerlo al estar debajo de la plaza...
- ¡Uf,¡ son las 8:30 horas; la tarde se ha pasado... Volveremos, conocer la historia del teatro merece la pena.
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