ARTE, ARQUEOLOGÍA e HISTORIA

España, auge y ocaso imperial

Martes 10 de septiembre de 2013 por Webmaster

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El siglo XVI ve cómo España se sitúa a la cabeza de las naciones, crea en América el primer imperio colonial y se consolida en Europa como primera potencia. Las bases del Imperio se ponen durante el reinado de los Reyes Católicos. Pero será su nieto, Carlos I, quien se convierta en el monarca más poderoso del mundo, primero mediante herencia, luego por conquista.
A la edad de 16 años el joven Carlos hereda de su abuelo Fernando el Católico los estados de la Corona de Aragón: Cataluña, Aragón, Valencia, Baleares y las posesiones italianas de Cerdeña, Sicilia y Nápoles. Ese mismo año se corona rey de Castilla, tomando posesión de los territorios que ésta comprende: Castilla, Navarra, Granada, Canarias, colonias americanas y las plazas estratégicas de Melilla, Orán, Bugía y Trípoli. De su padre, Felipe el Hermoso, recibirá los Países Bajos y el Franco Condado. De su abuelo Maximiliano recibe la Corona Austriaca y la posibilidad de ser elegido emperador de Alemania, lo que sucederá en 1520.
Carlos V siempre se tomó muy en serio sus responsabilidades como emperador. No es que pretendiera reinar en toda Europa, pero se consideraba el adalid de la Cristiandad frente a los avances turcos en la Europa Central y el Mediterráneo, y frente a la herejía luterana en el resto del continente. La Cristiandad, tal como la concebía el emperador, tenía un carácter marcadamente medieval.

Las posesiones de Carlos V eran inmensas. Sin embargo, el gobierno de reinos tan heterogéneos resultaba tremendamente difícil. La relación de la monarquía con diferentes estamentos, como las ciudades o los nobles, provocará conflictos internos de primer orden, como la Guerra de las Comunidades y la de las Germanías, así como reivindicaciones de tipo social y económico. Sin embargo, los mayores problemas provendrán del exterior.
La Monarquía hispánica habrá de enfrentarse a numerosos frentes externos, siendo Francia, con su rey Francisco I a la cabeza, su principal rival. Entre 1521 y 1526 sucederá la primera guerra entre España y Francia. La causa: disputas territoriales sobre el Milanesado, Nápoles, Luxemburgo y, muy especialmente, Navarra. Francia, aliada con Venecia y con los suizos, es rechazada en un intento de ocupar Navarra. Por su parte Carlos V, aliado al rey inglés Enrique VIII y al papa León X, ocupa Lombardía. La gran batalla se producirá en 1525, en el sitio de Pavía.
La población de Pavía se hallaba guarnecida por unos 8.000 españoles. Rodeando el lugar se encontraba el ejército francés, con su rey a la cabeza, combinando tropas de infantería, artillería y caballería. El 3 de febrero llega desde Alemania un ejército de 24.000 hombres para socorrer a los asediados, que se sitúa tras los franceses después de dejar a 1.000 infantes y la artillería el Campo Imperial.
A las 5 de la mañana del día 24 comienza el ataque español, tomando el Castel Mirabello. En respuesta, Francisco I ordena disparar a su artillería y, más tarde, lanza una carga de caballería por el ala derecha. El ataque logra hacer huir a parte del flanco español, pero la caballería francesa ha quedado aislada. A las 7,50 de la mañana los franceses se retiran hacia la Torre del Gallo, mientras la guarnición de Pavía lanza un ataque simultáneo. Los franceses no aguantan el embate imperial y son aislados en pequeños grupos, aniquilados unos tras otros. A las 8,30 de la mañana comienza la desbandada del ejército francés. La batalla ha terminado.
La victoria en Pavía permite a Carlos V expulsar a los franceses del Milanesado. El mismo rey francés cae prisionero y es llevado a Madrid, en cuya Torre de los Lujanes permanecerá cautivo hasta la firma de la paz, en 1526. Reanudadas sin embargo las hostilidades, el episodio más dramático será el asalto y saqueo de Roma por las tropas imperiales.
Además del francés, Carlos V tiene otros frentes abiertos. En 1529 el corsario Barbarroja toma Argel y amenaza las posesiones españolas en Italia. Carlos V envía una expedición contra Túnez, exitosa, y otra contra Argel, en 1541, que fracasará. El último campo de combate de Carlos V estará en Centroeuropa, donde la reforma protestante de Lutero amenaza la unidad religiosa y política del Imperio. En 1547 el emperador derrota en Mühlberg a sus adversarios, aunque no logra evitar la división religiosa. La amargura del fracaso explica la abdicación de Carlos V, que se producirá en 1556..


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