VISITA AL PALACIO DE LA MERCED

DÍAS: 15 de enero de 2016, viernes y 29 de enero de 2016, viernes.

El pasado 15.01.2016, viernes, la Asociación “Arte, Arqueología e Historia” nos dimos un paseo por la historia del hombre que empieza por honrar a sus muertos y termina dedicando su espacio al servicio público.

En concordancia con este sentido de la vida, nos detenemos en primer lugar ante el enterramiento romano, S. I a. C., prácticamente intacto, que formaría parte de la necrópolis de la Puerta Osario, construido con la técnica de opus quadratum. Tiene dos partes: la Antesala donde se celebrarían los banquetes del velatorio y la cámara funeraria, con restos de la policromía que tuvo en su origen y los lugares donde se colocarían los sacórfagos.

Por encima de la cripta, pasamos de la muerte a la vida del que renace por inmersión del agua en el baptisterio paleocristiano. Es una construcción rectangular (4,35 x 3,25x155 metros) con dos escaleras paralelas hechas en cada uno de los brazos menores del recinto.

Aunque hubo tiempos en que se pensó que podía formar parte de la basílica visigoda de Santa Eulalia, tiempos de Recaredo, hoy parece fuera de toda duda que es una construcción del siglo IV.

Andando el tiempo, Fernando, 1236, III dona a los Mercedarios un terreno que va desde la Plaza de Colón hasta la Sierra, recibiendo Pedro Nolasco la basílica de Santa Eulalia, fundándose el convento de Nuestra Señora de la Merced para la Redención de cautivos junto a la actual Puerta Osario. Sin embargo, no es visible realmente la piedad medieval que promocionara aquel primigenio convento.

Todo lo que vamos a ver a partir de este momento es obra del XVIII, cuando los frailes remozan totalmente el edificio dando lugar a un nuevo convento que vamos a recorrer empezando por el Patio blanco o de caballos, originalmente claustro del convento, con su escalera negra, obra todo de Francisco Hurtado Izquierdo.

Andando el tiempo, en 1716, siendo comendador del convento fray Pedro de Anguita, se pone la primera piedra de la iglesia donde entramos en este momento consagrada el 24 de septiembre de 1745 por el obispo Monseñor Vicente Cebrián. Es de planta de cruz latina, modelo contrarreforma, con cúpula con falsos estípites. En 1771, ya está levantado el altar mayor de la iglesia, obra atribuida a Alonso Gómez de Sándoval. Su retablo, restaurado por Eduardo Corona¹, es una réplica del que existió hasta el incendio de 1978, hecho en madera tallada, dorada y laminada con oro de 23-24 quilates y bruñido con piedra de ágata.

Su iconografía, de arriba-abajo, tiene a San Pedro Nolasco, flanqueado por dos niños: uno portando grilletes, símbolo de la Orden mercedaria, y otro la bula de la fundación.